Humo by José Ovejero

Humo by José Ovejero

autor:José Ovejero [Ovejero, José]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-01T00:00:00+00:00


Llueve durante dos días y una noche sin parar un momento. Llueve y los pocos frutos y bayas que queden en árboles y arbustos se acabarán de pudrir. Se encharcan los caminos y el ánimo. Se desmigan las tablas del porche. Llueve y el tiempo se inunda también, se remansa, se estanca.

Nos quedamos en la cabaña y me alegro de haber apilado suficiente leña junto a la estufa, porque el viento se llevó el alero del cobertizo y no había tenido tiempo de repararlo. Las temperaturas han bajado varios grados, sobre todo por la noche. El niño se ha hecho un experto en encender el fuego, aunque lo hace con tanta lentitud como todas las demás cosas. Va añadiendo un palito tras otro, nunca dos a la vez, seleccionando primero los más finos, luego otros un poco más gruesos, luego los siguientes en tamaño. A veces compara con la cabeza ladeada, decide a qué categoría pertenece cada uno. Crea imbricadas estructuras que no se derrumban cuando comienzan a arder. Maneja el tiro de la estufa dosificando el aire como si participara en un experimento científico. A veces me impacienta por lo que tarda en encender el fuego, pero los días son largos e inútiles, sobre todo cuando no salimos de la cabaña, así que le dejo que se demore lo que quiera. Mejor que verlo serrando obsesivamente el borde de la mesa con la navaja. Mejor también que esos estados en los que se ausenta del mundo, inmóvil como un vegetal, casi sin respirar, a los que ha ido habituándose y habituándome desde que las abejas mataron a Miss Daisy. Si no contase con que tendremos que abandonar pronto la cabaña me las arreglaría para capturar uno de los perros vagabundos que a veces merodean en las cercanías e intentaría domesticarlo, aunque no sé si soportaría las alharacas y cabriolas de un chucho en este espacio tan pequeño. Miss Daisy se adaptaba mejor a nuestros movimientos lentos, a nuestros silencios. Ahora que lo pienso, es extraño que haya perros pero no gatos por los alrededores, cuando parece que los gatos deberían estar mejor dotados para cazar en el monte. Un perro, sin alguien que lo cuide o que abata piezas para él, es un animal torpe, incapaz. Un gato es un superviviente. Como nosotros. Pero la realidad es que, aparte de Miss Daisy, no he visto un solo gato desde que vine a la cabaña. Una vez, en el monte, hacia la escarpadura, me pareció distinguir un gato montés, pero aunque el movimiento era de felino, de mayor tamaño que el de uno casero, no llegué a distinguir con seguridad de qué se trataba; desapareció entre jaras antes de que lo hiciera.

A pesar de lo mucho que está lloviendo, no parece que caiga de la gotera más agua que otras veces. Al principio ponía un cubo debajo, pero me irritaba su sonido rítmico. Como el suelo es de tablas, decidí dejar que gotease sobre él; el agua se filtra enseguida por las juntas deformadas y fluye hacia la tierra por debajo de la cabaña.



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